Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Jean-Christophe Spinosi, director
Ekaterina Bakanova, soprano
Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) La flauta mágica, K. 620: Obertura Sinfonía n.º 41 en do mayor, K. 551, “Júpiter”
Joseph Haydn (1732-1809) Orlando Paladino: Aure chete, verdi allori (aria)
Gioacchino Rossini (1792-1868) La cenicienta: Obertura El barbero de Sevilla: Una voce poco fa (aria)
AntonÍn Dvorák (1841-1904) Rusalka: Canción a la luna (aria)
Serguéi Prokófiev (1891-1953) Sinfonía n.º 1 en re mayor, op. 25, “Clásica”
Jean-Christophe Spinosi es un director que ha sabido evolucionar según ha ido añadiendo estilos históricos a su repertorio, lo que lo convierte en el ideal para la selección de este concierto. Ha actuado con el Ensemble Matheus en las principales plazas mundiales, y ha dirigido multitud de orquestas. Ha llegado a afirmar en la revista Ideal.es que “físicamente, la música se parece al amor”, y su particular visión del barroco y el clasicismo, fogosa y llena de ímpetu, sin duda le servirá para cohesionar las obras de este programa. Contará con la colaboración de Ekaterina Bakanova, ganadora del Concurso Giuseppe di Stefano en 2007 y que ya colaboró con Spinosi en la producción del Teatro del Chatelêt de Orlando Paladino de Haydn (2012), lo que fue un verdadero hito en su carrera.
En este programa todo gira alrededor del estilo clásico, que ofrece variadas transformaciones a lo largo de la historia de la música. Así, en la primera parte podremos disfrutar con obras concebidas en el periodo clásico, y es normal que Mozart y Haydn sean sus protagonistas. Se trata de autores que inmediatamente asociamos con la época en que las proporciones, el orden y las reglas se imponen. Pero no se puede olvidar que estos autores convirtieron su clasicismo en algo maleable. Las tres obras elegidas (Obertura de La flauta Mágica, Aure chete y la Sinfonía n.º 41, la última de Mozart) dan buena cuenta de esa multiplicidad de matices.
En la segunda parte asistimos a tres transformaciones de este estilo: el clasicismo como evolución, como opción y como revisitación. La primera estaría representada por Rossini, que desde luego bebe de fuentes clásicas y las fusiona con las de la época romántica. La Obertura de La Cenicienta y el aria de El Barbero de Sevilla son dos ejemplos de ello. Dvorák, por otro lado, elige esta “opción clásica” para su maravillosa Canción a la luna de la ópera Rusalka. Aquí el ambiente nocturno pide un estilo sosegado, melódico y evocador. Prokófiev, por su parte, toma las sinfonías de la época clásica como excusa para su Sinfonía n.º 1, una construcción diáfana, brillante, irónica y a la vez rabiosamente moderna.